domingo, 17 de mayo de 2009

El efecto canguro y las demandas de impericia médica (kangaroo effect)


Un estudio realizado en Australia y publicado el 27 de agosto de 2004 http://www3.interscience.wiley.com/journal/118797316/abstract?CRETRY=1&SRETRY=0, concluyó que las demandas de impericia médica que presentamos los abogados constituyen una amenaza constante para los médicos. Esa amenaza de ser demandados puede ocasionar efectos sicológicos, físicos y hasta cambios en la forma en que algunos practican la medicina. La personalidad obsesiva de algunos médicos los pueden hacer particularmente vulnerables a ver el proceso judicial como un reto a su identidad profesional y personal. El objetivo del estudio era describir el impacto sicológico de las demandas y la litigación en contra de los médicos. No crean que tiene que ver con el impacto que reciben sus víctimas por su negligencia; éste no se discute en el estudio.
La investigación realizada por un grupo de profesionales lidereado por siquiatras australianos al que me refiero[1] reveló que la depresión y el desorden de ajuste entre los médicos demandados fue relativamente común, mientras que el abuso de alcohol y drogas, enfermedades físicas e ideas suicidas fueron informadas con menos frecuencia entre este grupo. La mayoría de los médicos demandados simplemente se dedicaron a practicar la medicina defensiva, sin mayores secuelas en su salud física o emocional.

Lo que le debería resultar interesante y digno de examen para los estudiosos australianos es el caso de quien llamaremos Paquito, médico en un conocido hospital de Puerto Rico. Este peculiar personaje fue originalmente demandado en una causa actualmente pendiente, por lo que me reservo todos los detalles importantes que lo delatarían. Luego de haber sido demandado, se acogió a un proceso de quiebra, por lo que se ha seguido el caso en contra de su asegurador, excluyendo toda posibilidad de ser afectado en su peculio personal, ya que se protegió temporalmente en contra de cualquier sentencia.

En fin, si no fuera porque exhibe su nombre completo y su firma, además del nombre de la que presumo es su esposa, adornaría este ensayo un cheque, sin concepto, que por la suma de 5 centavos envió el otro día a mi oficina a favor de una de las hijas de una dama que murió víctima de su impericia médica contributoria. Por el monto del cheque que me ha enviado, aparte de dejarme saber nuevamente que está pelao' y que tiene un patético sentido de valoración de una vida humana, no puedo en realidad determinar cual ha sido el impacto que ha ocasionado la demanda de impericia médica en su contra. ¿Estará sumido en una depresión emocional? ¿Habrá firmado el cheque bajo los efectos de alcohol o de alguna droga peligrosa? ¿Tendrá ideas suicidas? O ¿se habrá contagiado al recibir la demanda con lo que podríamos denominar “el efecto canguro” o 'kangaroo effect' para los angloparlantes? El contacto físico entre la madre y el bebé prematuro, es el realmente conocido en medicina como efecto canguro. Sin embargo, en estos tiempos de pandemia con la gripe porcina, infecciones nosocomiales y otras linduras, todo es posible y puede que el buen doctor haya sido víctima o tal vez inventado una mutación del efecto de canguro original.

Creo que el personaje aludido me ha enviado su cheque insolicitado por 5 centavos, en un derroche de un particular sentido de humor que solo algunos (me cuento entre ellos) tenemos el talento para entender y disfrutar como se merece, aunque lo hizo, estoy seguro, sin medir realmente el alcance que su conducta poco ortodoxa podría tener en los familiares de la dama fallecida si se llegasen a enterar. Por lo pronto, le voy a dar el beneficio de la duda al pensar que no quiso ofender a los hijos de su paciente fallecida y que el objeto pretendido de su particular ingenio fui solamente yo, como abogado de ellos. Siendo ello así, tengo que informar al wanabí de humortivador, sin embargo, que pasó por alto que es muy difícil computar y dividir el 33% de los honorarios usuales que cobramos los abogados por este tipo de caso, por lo que, en lo sucesivo, y juzgando el potencial que tiene de otros casos, por su paupérrimo talento para hacer medicina, deberá considerar este pequeño detalle.
Le voy a hacer un favor insolicitado al no revelar su pequeña hazaña a mis clientes. En su lugar, me propongo devolverle el cheque por medio de su asegurador. Estando el Dr. Paquito acogido a una quiebra voluntaria, si lo hago efectivo, me puedo buscar un lío con los federicos y, como están las cosas en este país, esa no es una de las cosas que deseo experimentar. Sin embargo, la humortivadora hazaña no merece solo provocar un momento de esparcimiento y risa de este autor con una mera reseña en un blog que seguramente no visita con la frecuencia que debiera.

He traducido este ensayo al idioma que hablan los australianos y se los he enviado a los siquiatras del estudio. Lo menos que deben hacer esta gente es tomar conocimiento de la forma en que algunos individuos en nuestro país caribeño son impactados por una demanda de impericia médica en su contra. Quien sabe, a lo mejor le llegan sus 15 minutos de fama y con el envío de algunas regalías le mejora la fortuna al doctor Paquito . No contaban los kangureños con la astucia boricua.


[1] Louise Nash (Psychiatrist and Lecturer, Department of Psychological Medicine, University of Sydney, Sydney, NSW, Australia) , Christopher Tennant (Professor of Psychiatry, University of Sydney, and Head of Department of Psychological Medicine, Royal North Shore Hospital) and Merrilyn Walton (Adjunct Associate Professor of Ethical Practice, Office of Teaching and Learning in Medicine, University of Sydney, Sydney, NSW, Australia.